¡Buen camino peregrino!
¡Qué maravillosa frase! Desear a otros que su andadura, su experiencia, su ruta, sea buena. Y deseársela a todo el mundo, la mayoría de ellos desconocidos. Y la réplica por parte de los otros ¡buen camino!, todos apuntando en la misma dirección: la catedral de Santiago. Este es el saludo de los peregrinos a Compostela.
Estoy ordenando mis notas de los quince días recorridos por la Vía de la Plata a Santiago, en btt, en compañía de mis amigos, -ahora más que antes-, José y Pascual, y todavía estoy imbuido de la magia de esta experiencia (que espero me dure lo máximo posible), experiencia que todo el mundo debería tener al menos una vez en la vida. Es un reto que dejo ahí, por si alguien se anima. Si hay alguna sensación que me preside ahora, o algunas de ellas, son el orgullo de haber alcanzado la meta, pues como prueba física ha sido un gran reto y una dificultad importante que solventar. Siento plenitud al haber tomado contacto con las cosas importantes (la mayoría de las veces las pequeñas cosas), y que hoy siento muy pocas ganas de poseer y muchas de ser. He vivido 15 días con lo justo, y paradójicamente, cuanto menos he tenido y más he compartido, más plena ha sido mi vida. Justo lo contrario del día a día en el que estamos inmersos habitualmente. ¿Cómo nos permitimos estar tan engañados en nuestras vidas? El camino es una experiencia que puede ser enfocada desde muchos puntos de vista: el reto, la superación personal, el reencuentro con uno mismo, lo espiritual, lo religioso, el compartir con amigos y seres queridos, lo lúdico, la aventura, el conocimiento de otros. Pero lo que está claro es que es una manera de contactar con lo que tú decides, completamente distinta de lo habitual, sin rutina, pues nadie te regala nada, y lo que consigues es fruto del esfuerzo personal. No es cómodo, pero como dice un amigo mío, -por cierto muy santiaguista-, la libertad se encuentra más allá del área de seguridad. Y en el camino, y por encima de todo, uno se puede sentir muy libre. Todo lo que te rodea genera una atmósfera de convivencia, de disfrute de la naturaleza, apreciando el viento, los sonidos o un trago de agua fresca como si fuera un extraordinario regalo del universo. Los parajes y los caminos son preciosos en muchos tramos, y la lluvia y el sol se confabulan para que vivas la naturaleza y tu propio esfuerzo desde un crisol absolutamente variado de puntos de vista, sin olvidar lo que implica el continuo encuentro con otros, que comparten al menos una misma meta geográfica, un horizonte común que alienta a todos a seguir ¡buen camino! Se oye una y otra vez. Estás solo con tu bicicleta pero formas parte de un todo que te trasciende, eres parte ya de un camino hollado por miles de peregrinos antes que tú y que será hollado por muchos otros después. Y sólo por el hecho de estar ahí y de entregar tu esfuerzo y tu energía, parte de tu alma ya se ha integrado en la vida de esta ruta. Quizá una de las partes más enriquecedoras del camino es el hecho de conocer y abrirse a la gente que participa de esta maravillosa experiencia. Porque es sorprendente la cantidad de personas que peregrinan, de tantas nacionalidades (aunque los italianos son legión), personas con ocupaciones tan diversas, solos (el peregrino que viaja solo es proporcionalmente mayoritario), en parejas, en grupos, con amigos, invidentes con sus guías, familias con niños, en bicicleta, a caballo, e incluso ¡¡¡una joven madre con un crío en un carrito!!!
Muchas veces cuando me costaba pedalear me decía: Miguel, tú no haces el Camino, el Camino te hace a ti, recordando a un amigo hospitalero mayor.
Amigo secotista, gracias por permitirme compartir contigo estas reflexiones.